Obediencia al evangelio

La obediencia es amar la Voluntad de Dios por encima de todo y subordinar a ella la propia vida. Cuando descubrimos que en Su Voluntad Dios mismo viene a darnos amor, entonces Su Voluntad se convierte en algo deseado y esperado. Queremos dejar que este Amor nos guíe en todo, entre en toda nuestra vida, para que poco a poco abarque todas sus esferas. Podemos discernir la voluntad de Dios para cada una de nosotras en conversaciones individuales con personas que nos acompañan de manera especial en nuestro camino vocacional, a quienes llamamos Responsables.

A través del voto de obediencia le decimos al Señor: Sí, quiero lo que Tú quieres.

posłuszeństwo ¿Cómo no ver las terribles consecuencias de injusticia e incluso de violencia a las que conduce, en la vida de las personas y de los pueblos, el uso deformado de la libertad? Una respuesta eficaz a esta situación es la obediencia que caracteriza la vida consagrada. Esta hace presente de modo particularmente vivo la obediencia de Cristo al Padre y, precisamente basándose en este misterio, testimonia que no hay contradicción entre obediencia y libertad. En efecto, la actitud del Hijo desvela el misterio de la libertad humana como camino de obediencia a la voluntad del Padre, y el misterio de la obediencia como camino para lograr progresivamente la verdadera libertad. Esto es lo que quiere expresar la persona consagrada de manera específica con este voto, con el cual pretende atestiguar la conciencia de una relación de filiación, que desea asumir la voluntad paterna como alimento cotidiano (cf. Jn 4, 34), como su roca, su alegría, su escudo y baluarte (cf. Sal 1817, 3). (Vita Consecrata, 91)

 

Madre del Gran abandono, Humilde Esclava del Señor, me entrego a Ti sin reservas

– para que desee cumplir la voluntad de Dios en todo.